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METAMORFOSIS BLOGUERA

Los rollos entre Parménides y Heráclito: todo cambia o permanece estático. Escribiré más asiduamente en mi otra página Animal Político, dejando este espacio para reflexiones más meditadas, de modo tal que sin no ves post con frecuencia acá ello no significa que la página esté abandonada o algo parecido: se trata del factor tiempo . Lo cierto del asunto es que a diario soy estoy en Animal político, espacio más "rápido". Si tengo algún lector por ahí, le agradezco su comprensión.

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lunes, junio 25, 2007

Periodismo opositor venezolano: enunciar para ensuciar

¿Han notado la tremenda incomodidad que la construcción el viaducto Caracas-La Guaira en tiempo record le ha generado a los voceros de la oposición venezolana? Da pena ajena mirarlos convertidos en un galimatías, intentando por un lado ser cónsonos con su ideales crítico-destructivos de negación de la realidad (así "hacen patria") y por el otro intentando ser cónsonos con el acto humano de reconocimiento de la realidad misma, en este caso insoslayable. Decir "No" tiene los visos de un acto de locura, para no hablar de disociación. "¡No, no, no lo veo!" "¿De qué hablan?" "¿Hay un viaducto ahí?" "¡Ah, bueno, ya era hora de que el gobierno hiciera algo!"


De todos modos hicieron su esfuerzo descalificador, especialmente el par de periodistas que moderan el programa Primera página en las mañanas por Globovisión, José Vicente Antonetti y Aymara Lorenzo. Estos pajaritos los días previos a la inauguración lanzaron su globo de ensayo enceguecedor, como si trataran de pulsar la opinión de la teleaudiencia y ver si era posible lanzarse en una carrera de desinformación y desprestigio respecto del viaducto -aunque yo diría que la carrera sería de prestidigitación, dado sus objetivos negadores. La dama periodista llego a afirmar que el viaducto -"¡Está ahí, José Vicente Antonetti, está ahí: no lo podemos obviar!"- era la única obra que podía ostentar el mandato del presidente Hugo Chávez. Pero globito como que se les desinfló y hasta Leopoldo Castillo, Matacuras, moderador de Aló Ciudadano, se vio puesto en pantalla para reconocer los logros de la revolución, ya inaugurada la obra. ¡Eso fue para coger palco, amigos! Ese hombre se deshacía en reconocimientos halagadores para con el viaducto, y uno se figuraba que llegaría hasta contar un episodio de algún viaje que hiciera a la Guaira.


Por supuesto, nadie se llama a engaño, ni nadie está por creer que nuestra oposición se ha regenerado y ha decidido lanzarse a realizar un trabajo de crítica constructiva, como ha de corresponderle a ciudadanos que amen a su patria, menos aun si nos basamos en un único comentario de reconocimiento de lo real para sacer conclusiones. No tiene ningún mérito. Se trata de un simple y natural acto humano de testimonio de la realidad. Entra por los sentidos y damos testimonio de ello. Vemos los tepuyes de la Gran Sabana o las pirámides egipcias y lo decimos. Vemos el viaducto, lo utilizamos y necesariamente tenemos que dar fe de nuestros actos, aunque se sea escuálido.


Pero es claro que la gran preocupación de esta irracional oposición que nos gastamos los venezolanos, periodistas y testaferros incluidos, fue realizar un nunca visto acto de reconocimiento sin que se entienda que se está reconociendo. (¡Ay, dios mío, tengo que escribir sobre esto!) Algo así como decir que existe una flor pura pero mancillándola en el acto de hacerlo. (Los opositores venezolanos me entienden). Y así es con el resto de los temas de la realidad nacional.


Por ejemplo, si hablamos del tema de la Copa América, vemos lo mismo. Sencillamente el periodismo opositor -hay que mencionarlo así, lamentablemente-, realiza un trabajo de enunciar para ensuciar, aun cuando pueden optar más dignamente por la fórmula enuciar-denunciar, ya en sintonía con cierta vena del periodismo.


Tal fue lo que se vio en la prensa escrita de estos días, y para no ir muy lejos saco a colación el comentario de Julio Andrés Borges en su columna "El Nuevo Camino", Ultimas Noticias, p. 68, 24-06-07. Titulando su inserto "¡Ganamos la Copa América!" embarca al lector en la idea de que nuestra vinotinto de alguna manera aventajará a sus contendores durante el evento. Pero, consternados, descubrimos que el titular lo que quiere decir es que ganamos el primer lugar como país despilfarrador de dinero construyendo estadios. ¡Qué tristeza! No pueden escribir una página limpia de ripios y retruécanos malsanos.

El señor Borges afirma deportivamente que Venezuela realizó un gasto de 1.000.000.000 de dólares adecuando el país para el desarrollo de la Copa América 2.007, y el Perú en la edición anterior, menos de 10.000. Yo, simple mortal, sin cifras en la mano, no puedo afirmar que sea falso o cierto, pero el asunto es que no le creo a él, acostumbrado al tasar en los periodistas y opinadores venezolanos una labor de contrapatria.

¿Por qué carajo no se quitan la máscara y se ponen a gritar en sus medios de comunicación lo que realmente piensan de Venezuela, su lugar de residencia para no decir patria? ¿Por qué demonios no exponen sus grandes deseos para esta gestión del comandante Chávez, para ellos no un presidente, sino un zambo golpista? Algo así como lo que sigue es el sueño condesando del escualismo venezolano en tiempos de Chávez, sea prensa, sea partido político, sea loco de la calle (al menos es lo que se palpa en sus voceros periodiqueros, alegrías y penas incluidas, según la oración). Veamos el rosario:


¡Qué calamidad, señores, somos nosotros los venezolanos! No ganamos, no pegamos una. Cualquiera es mejor que nosotros. Lo que hacemos no vale. Si lavamos, llueve; si salimos a la calle con paraguas, no llueve. No nos quiere George Bush, el mejor presidente del mundo. ¿Por qué no somos el estado cincuenta y pico de los EEUU? ¿Porque no todos los venezolanos son blanco y tienen los ojos azules? ¿Por qué no nací en el mero centro del capitalismo salvaje mundial? Youtube le ganó a nuestro presidente Chávez como la persona más popular del mundo. Cuando nuestras mujeres han ganado el miss Venezuela es porque las representantes gringas no han ido al evento o lo hemos comprado. ¡Ojalá nos invadan! ¡Ojalá caiga la revolución! ¡Ojalá no gane la vinotinto! ¡Ay de mi sueño americano!

¿Qué tal? Yo también tengo mi palabra final: farsantes de tinta y pico.

viernes, junio 22, 2007

Alucinación escuálida 2: Una cuestión de clima


El sol mandaba en el firmamento, y ya a golpe de mediodía había mandado a unos cuantos paisanos al hospital envueltos en llamas de combustión. Los periódicos soltaban decenas de cadáveres desde otros países, como la India, donde se habían sancochado unas cien personas en medio de una temperatura de 52º. En las sombras de las arboledas y paradas del transporte público resonaban los comentarios:
-¡Este sol nos va matar! -se quejaban todos.
-Es el cambio climático -argüían los más cultos.
-¡Es Chávez, es Chávez! -los más locos.
Crucé la calle junto con una disociada de aquel último grupo que iba vestida con una especie de sayón negro, unos lentes oscuros y un ejemplar del diario El Nacional cuidadosamente protegido dentro de una carpeta transparente que también envolvía una caja de un aparata electrónico. Ofuscado por el calor, me sumergí en un centro comercial con aire acondicionado de esos gigantes que abundan en la ciudad y adelanté así unas cuantas cuadras hacia mi objetivo. Debía cancelar unas cuentas pendiente en la CANTV, central telefónica, ahora bajo la administración del gobierno, recientemente recuperada de las garras del capital extranjero, conjuntamente con otra de celulares.
En la calle, fuera del calor característico de la zona, se hablaba de las últimas movidas meritorias del gobierno, tanto en boca de afectos como desafectos, a saber: la nacionalización de la empresa de teléfonos, la construcción del viaducto Caracas-La Guaira y la organización de la Copa América de fútbol en nuestro país. También se sucedían algunos disturbios protagonizados por un grupo estudiantes de las universidades privadas del país, quienes protestaban la no renovación de la concesión de transmisión de un famoso canal de televisión, metido en los últimos años a agitador político. Pero dada la emoción por el evento de la Copa América, parecía avecinarse un momento de tranquilidad.
Cuando arribé a la oficina telefónica, suspiré de alivio: el local estaba dotado con aire refrigerante y delante de mí no habían más de diez paisanos haciendo la cola. Ni siquiera habían abierto. Me puse a enviar unos cuantos mensajes telefónicos, por cierto. Pero mi concentración no duró gran tiempo que digamos, pues una sombra oscura a mi alrededor empezó a moverse de allá para acá, preguntando a todos a qué hora abrían o porque se tardaban tanto. Intenté continuar con mis mensajes pero no pude: aquella sombra era perseverante en su agitación oscura, y me vi obligado a levantar la vista. Allí estaba, dos cuerpos detrás de mí, resollante de la caminata, expresándose a través de un lenguaje rebuscadamente educado, la señora del sayón negro, la caja y el periódico, a quien yo había perdido de vista y olvidado en pocos segundo allá en la calle. Cuando oí que se quejaba del clima, del pésimo servicio, de las imperfecciones del mundo, de estrategias clandestinas confeccionadas para torturar ciudadanos, me dije que la cosa prometía, y así fue en efecto.
Cuando a la una con quince abrieron las puertas, una bocada de aire frío nos terminó de refrescar y nos acomodó en fila ante el dispensador del ticket secuencial de atención al público. Yo tenía el puesto diez, como dije, la señora de luto el doce, y así empezamos a esperar. Pero la doña no se aguantó mucho y quiso ser atendida primero, dirigiéndose a la punta de la cola para sofocar la indignación de sus "justos reclamos". Le formó un zafarrancho al pobre empleado, quien se obstinó en decirle que no la podía atender hasta que llegara su turno en la cola. El pobre hizo la digestión de su almuerzo quizás deseando volver las entrañas.
Nadie pudo permanecer incólume en la cola; unos que leían la prensa y otros que se empeñaban en no dejase afectar, tuvieron que mirar. La dama vociferaba recorriendo la cola de extremo a extremo, lanzando denuestos contra el pésimo servicio de la compañía, contra el gobierno que había venido a echar a perder todo al nacionalizarla, casi contra la madre que la parió de lo furiosa que estaba. Temblaba, y al esgrimir entre sus manos la caja y el periódico parecía querer presentar pruebas de lo que decía.
Aquello fue temible, paisanos. Una joven piadosa le sugirió que se calmara, porque le podía ocurrir algo a su salud; otras damas, más escépticas, no parecían comerse el cuento y le pedían que hiciera la cola; un viejo por allá le gritó que fuera a los organismos competentes a denunciar. La señora escuálida explicó que debía ser atendida pronto porque ella tenía ya tres días reclamando a la monstruosa empresa y nada que la atendían; además, aducía que estaba aquejada de una lesión renal, y que había que apurarse porque no podía enfurecerse debido a que podía hasta morirse.
Se calmó por unos momentos y regresó a su doceavo puesto en la cola, acompañada siempre por su periódico y caja. Entonces explicó que la misma contenía un teléfono promocional que había comprado unos días antes y que todavía no hacía ni pío. En ese momento de remanso juró vengarse de la CANTV, de ir a los tribunales, de hacer pagar hasta al gato por todo lo que había sufrido, víctima de un gobierno malvado y dispensador de aterrorizadores servicios públicos. Hizo varias llamadas a personas influyentes y con ellas se trabó en una conversación donde le parecían asegurar la erradicación de tan funestos males de la república. La fiscalía, el tribunal, los jueces...
En ese momento todos la mirábamos, manteniéndola en calma, pues sus ojos giraban peligrosamente hacia otro empleado que muy cercano a nosotros se acomodaba en su puesto para empezar el trabajo. Se diría que deseaba aplastarle el teléfono sobre la testa.
Finalmente, cuando todo parecía calmado, el viejo aquel de los organismos competentes se acercó hasta el grupo y en sana paz le dijo:
-Vea, señora, el gobierno revolucionario de nuestro comandante Chávez dispone también de una oficina donde usted perfectamente puede realizar sus reclamos y tener luego la seguridad de que su denuncia será tomada en cuenta. ¡Vaya al INDECU! Es allí donde tiene que ir; nada de tribunales ni de jueces, ¿para qué gastar su dinero?
Fin de la historia: la doña entornó los ojos, mirando al recién llegado como a un extraterrestre, palideció, sudó copiosamente como si de repente sufriera toda la violencia del clima de la ciudad y, después de unos espasmos, se desmayó.
De seguro fue el cambio brusco de la temperatura: del sol inclemente al aire acondicionado de la oficina.

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